La Familia |
Todos procedemos de una familia. De ella hemos recibido todo lo bueno y también, todo lo malo. En la familia aprendemos a amar y a odiar, la alegría y la tristeza. De la familia recibimos la identidad: la idea acerca de quiénes somos. Pero en muchas ocasiones, el amor mal entendido, o la forma de afrontar las dificultades dan lugar a una determinada dinámica familiar que afecta a todos sus miembros. Los problemas emocionales no resueltos pueden acabar convirtiendo las relaciones familiares en un conflicto permanente para el que nadie encuentra explicación. La dinámica familiar conflictiva puede influir, sin que lo sepamos, en nuestra visión de nosotros mismos y en las relaciones que mantenemos con otras personas a lo largo de nuestra vida. En gran parte, estamos condicionados por lo que fuimos. En cada nueva relación difícil, puede estarse actualizando alguno de nuestros conflictos emocionales no resueltos, que nos hacen reaccionar a lo que fue, en lugar de a lo que está ocurriendo. Una familia puede estar reviviendo, sin saberlo, un problema heredado de las generaciones anteriores como consecuencia de las dificultades en las que se vieron envueltos algunos de sus antepasados. Las situaciones no resueltas se transmiten a través de las generaciones, provocando que los hijos se queden atrapados emocionalmente en su familia de origen, lo cual dificulta enormemente el funcionamiento de sus propias parejas y familias. Así se perpetúa una forma distorsionada y selectiva de mirar la realidad, propia de cada familia, que condiciona nuestra percepción en las relaciones interpersonales. Con ella detectamos fácilmente determinadas actitudes nuestras y de los demás, mientras nos pasan desapercibidas otras que no vemos, aunque las tengamos delante de nuestras narices. Esta cadena de transmisión inconsciente puede romperse cuando alguien emprende la tarea de cuestionarse a sí mismo y averiguar si el origen de sus problemas está realmente en la manera de ser de los demás, o también tienen algo que ver las limitaciones que supone su forma selectiva habitual de mirar la realidad, heredada de sus antepasados. Una familia está estructurada cuando cada uno de sus miembros ocupa el lugar que le corresponde y se relaciona con los demás desde ahí. Sin embargo, en casi todas las familias, se produce en algún momento una alteración de estos roles. Esto sucede, por ejemplo, cuando uno de los padres se inhibe de su responsabilidad o cuando alguno de los miembros se relaciona con los demás desde una posición distinta de la que realmente tiene (el padre hace de hijo, la hija hace de madre, etc.). Estas alteraciones generan relaciones disfuncionales y, en el peor de los casos, si se mantienen en el tiempo, dan lugar a una desestructuración familiar que puede acabar afectando a todos sus miembros. Las familias con relaciones disfuncionales o desestructuradas pueden tener efectos perjudiciales para los hijos. Esto es mucho más frecuente de lo que parece, pues no es necesario que ocurran grandes tragedias, como maltrato, agresiones o violencia, sino que basta con que se produzcan situaciones que los hijos vivan como desprotección, abandono, etc. Lo mismo sucede cuando en la familia se crean o mantienen los denominados secretos familiares: ocultación de hechos traumáticos, como abortos, infidelidades, abusos sexuales, suicidios, enfermedades o causas reales de muerte, que provoca que, sin que algunos sepan por qué, en la familia no se pueda hablar de nada que esté relacionado con lo que debe permanecer oculto. En todos estos casos, la estabilidad emocional de los hijos puede verse afectada de una forma importante, pudiendo llegar a condicionar su desarrollo y repercutir en su modo de relacionarse con los demás a lo largo de su vida. La Terapia Sistémica Constructivista contempla el sistema familiar de forma global, con el fin de comprender sus características y su funcionamiento. Permite poner más conciencia en las raíces familiares que se hallan bajo la mayoría de los conflictos personales. Un clima familiar conflictivo o desestructurado es el contexto en el que se producen los trastornos de personalidad. Incluso, en los casos más extremos, o bien cuando esta dinámica familiar se mantiene en el tiempo o se perpetúa a lo largo de varias generaciones, puede llegar a ser la base para que alguno de sus miembros desarrolle adicciones (alcoholismo, ludopatía), trastornos alimentarios (anorexia, bulimia) e incluso psicopatologías severas (psicosis, esquizofrenia, paranoia). Para el enfoque sistémico, estas patologías no son individuales, sino que están cumpliendo una función específica en el conjunto del sistema familiar. Al mismo tiempo, ponen en evidencia que en la familia hay algo no está en su sitio: un problema común que está sin resolver. Descubrir el sentido, la función y los efectos que tiene el mantenimiento de una determinada dinámica familiar permite encontrar otras formas más saludables de cumplir los mismos objetivos sin generar tanto sufrimiento. En una familia, quien adquiere más conciencia de lo que está sucediendo, puede llegar a resolver el conflicto para sí mismo y para sus descendientes.
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