Al profundizar en sus características, podemos
distinguir dos grandes tipos de proceso, basados en dos formas muy
diferentes de mirar al cliente: los procesos en los que el cliente
va a hacer y los procesos en los que el cliente va a ser.
- Los procesos para hacer te proporcionan soluciones
externas, basadas en el aprendizaje y el entrenamiento conductual
y mental. Tratan de aliviar el malestar mediante técnicas
científicas de modificación del comportamiento o de
reestructuración de tu forma de pensar. Pueden ser un recurso
temporal, dirigido a solventar los problemas superficiales, pero
al no profundizar en tu vivencia interior, tu conciencia no llega
a contactar con la raíz de los conflictos emocionales no
resueltos. Perpetúan la inmadurez infantil, pues en lugar
de promover el crecimiento y la búsqueda de respuestas por
parte del propio cliente, el terapeuta actúa como un padre
o una madre ideal que dirige tu proceso y te dice lo que tienes
que hacer para contrarrestar los síntomas de tu sufrimiento.
En este tipo de procesos, el terapeuta es el que sabe y el cliente
va para recibir de él sus pautas y consejos, es decir, a
hacer lo que él le diga.
- Los procesos para ser te conectan con tu propia
responsabilidad en tu proceso vital y con tus necesidades de crecimiento,
desarrollo y madurez. En ellos, desarrollas tus propias capacidades
y soluciones internas, basadas en la conciencia. Profundizan
en la naturaleza de lo que está sucediendo en tu vida. Te
permiten afrontar los asuntos inacabados que están obstaculizando
tu proceso autorregulador. Dirigen tu mirada hacia tu interior,
para que conectes con tus necesidades reales internas y las puedas
diferenciar de los deseos externos irreales o inalcanzables que
interfieren con ellas. Te permiten profundizar en el origen del
sufrimiento, y con ello te aportan la posibilidad de afrontarlo
de una forma realista. Te orientan hacia la madurez, dejando atrás
la posición infantil ante la vida, pues el terapeuta es un
acompañante atento que respeta tu proceso, comparte contigo
las incertidumbres y alegrías de tus descubrimientos internos,
y te apoya para que los vivas con más conciencia, para que
tú mismo crezcas y desarrolles la capacidad de afrontar tu
sufrimiento y recuperes la armonía y el bienestar. En este
tipo de procesos, el cliente es el que sabe, y el terapeuta le acompaña
y le apoya para que contacte con su sabiduría interior. El
cliente no viene a hacer, sino a ser: a descubrir lo que
es y a dejar de querer ser lo que no es. Esto es lo terapéutico.
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